Jorge del Caño Durán, tiene una beca Fulbright para hacer un lectorado en Susquehanna, Pennsylvania, nos cuenta como él y sus compañeros Tatiana y Lucas acabaron dando una pequeña clase de español y de alemán en un colegio Menonita.
«A los pocos días de llegar a Estados Unidos (digamos el 20 de agosto), decidimos ir a tomar una cerveza a uno de los bares del pueblo, para charlar un poco y conocer la vida local. Allí, conocimos por casualidad a un hombre encantador y muy servicial, Mark Skinner, que tenía buenas relaciones con la universidad SU y había vivido en distintos lugares del mundo. Podríamos decir que era alguien con un perfil trotamundos y políglota bastante parecido al nuestro, muy disto al de la gente local de PA. Hicimos buenas migas y nos enseñó un poco el pueblo y nos contó algo de historia local.
Más tarde nos contó que tenía buena relación con la comunidad menonita de Plesant Mills, (muy cerca de Selinsgrove) ya que en sus tiempos mozos había trabajado ayudando a algunas de estas familias en las tareas de jardinería, siembra y recolección y había mantenido esa cordialidad con el paso de los años.
Unas semanas más tarde, Mark se ofreció a llevarnos a unos mercados ambulantes, ventas de jardín y mercadillos de segunda mano y de productos menonitas. Fue muy interesante, ya que no tenemos de estas cosas en España. Allí compramos algunos productos frescos, naturales y caseros que estaban deliciosos y a muy buen precio, ya que no hay etiquetado, intermediarios ni empresas de distribución involucradas.
Finalmente, se ofreció a llevarnos a una comunidad Menonita cercana para que la pudiéramos ver una de sus iglesias desde dentro. Al llegar a la zona, enseguida pudimos empezar a ver muchas más familias menonitas en sus carruajes y sus bicicletas, era algo insólito para nosotros.
Cuando llegamos al lugar de destino, se trataba de una especie de colina en la que estaba el colegio y la iglesia.
Decidimos entrar respetuosamente al colegio para ver si había alguien y solicitar permiso para ver la iglesia. Para nuestra sorpresa, estaban allí 2 de las profesoras del colegio, Dawn y Jennifer, hermanas entre ellas.
Tuvimos una primera toma de contacto fantástica. Ellas fueron muy simpáticas, acogedoras, risueñas, hospitalarias y agradables. Nos presentamos amablemente y nos enseñaron la escuela, la cual se compone de 3 preciosas clases con sillas y mesas de hace por lo menos 50 años, según nos contaron. Después nos invitaron a subir a la iglesia.
Visitamos la iglesia, la cual era muy espaciosa y sobria en su interior. Básicamente era una gran sala diáfana, sin ninguna decoración o iconografía, repleta de bancos para que se sentaran los feligreses.
Al terminar, volvimos a la escuela y decidimos dar el paso de proponer este intercambio cultural.
Nos ofrecimos a venir un día a su elección a dar una pequeña clase de español y de alemán con los niños, como parte de nuestra experiencia de embajadores culturales y de voluntarios en la comunidad.
Debimos dar buena imagen porque enseguida entablamos una buena relación y unos buenos términos y nos dieron luz verde para volver unos días más tarde a organizarlo mejor.
Solo quedaba la aprobación del director de la escuela, Raymond. Aprovechando que estábamos en la zona, fuimos a la casa de Raymond a exponerle la propuesta. Lamentablemente no se encontraba en casa, pero le dejamos el recado a su esposa, que pareció gustarle la idea.
En este punto es interesante mencionar que la comunidad menonita es “similar” a la Amish. Para hacernos una vaga idea, se trata de una rama pacifista y trinitaria del movimiento cristiano anabaptista. Se originó en el siglo XVI durante la Reforma protestante, dentro de lo que se denominó la Reforma radical y actualmente viven con los medios y las tecnologías propias del siglo XVIII, aproximadamente.
Otro dato relevante para la historia es que muchas de estas comunidades de la zona tienen su origen en la inmigración de los alemanes que se establecieron en la Mancomunidad de Pensilvania durante los siglos XVIII y XIX. Emigraron principalmente de los territorios de habla alemana de Europa (principalmente Alemania y Suecia). De aquella época queda el vestigio de una lengua germánica conocida como Pennsylvania Dutch. Dicha lengua es una especie de alemán antiguo, que se sigue enseñando en las escuelas.
Retomando la historia y, tras unas cuantas torpes e inconclusas comunicaciones con el único teléfono que comparten para todo el pueblo, decidimos volver a la escuela para planificar un poco más a fondo el intercambio. Las profesoras nos confirmaron que teníamos el aprobado del director del colegio y que la clase podría tomar lugar la semana siguiente.
Acordamos con ellas que sería interesante juntar a todos los alumnos en una clase para que fuera una experiencia comunitaria compartida y “multigeneracional”. Acordamos que fuera algo simple, fácil y divertido, así que decidimos que les enseñaríamos los nombres de algunos animales típicos. Así mismo, las profesoras nos invitaron a llegar un rato antes de lo establecido para poder jugar un poco con los niños, antes de entrar al aula.
Para nuestra sorpresa, ya tenían allí algunos flashcards con los nombres en Pennsylvania Dutch de algunos animales. Lucas, el profesor de alemán, las estuvo escudriñando y notando algunas diferencias entre su alemán moderno y el que ellos tenían allí escrito. Tatiana y yo propusimos usar la misma idea de enseñarles los nombres de algunos animales y acompañarlo de unos juegos. Con todo medianamente atado, solo quedaba preparar el material y esperar al gran día.
Llegamos allí un jueves por la mañana y estaban todos esperándonos para empezar a jugar. Fue la forma perfecta de romper el hielo. Estuvimos jugando al baseball y a una especie de «capturar la bandera» durante unos buenos 20 minutos, para que se acostumbraran a nuestra presencia antes de entrar al aula. Fue muy divertido! Verdaderamente nos querían allí para jugar con ellos y nos integraron muy bien en los juegos. Los más pequeños (6-7 años) se mostraban más reticentes al contacto, pero los más mayores (11-13) enseguida se nos acercaron y hablaron con nosotros. Nos explicaron las reglas del juego y empezó el correteo. Íbamos de un lado para otro y los niños se mostraron muy naturales y divertidos. Yo jugué al baseball por primera vez en mi vida y, aunque fui muy mal bateador, pude coger una pelota al vuelo y eliminar a un jugado (creo…).
Al rato, sonó la campana y fue momento de ir al aula. Se unieron a la clase a modo de observadores las tres profesoras que ya conocíamos, Jennifer, Dawn y Leviana, así como el director Raymond y otro profesor. Ya en el aula, las profesoras juntaron a los 45-50 alumnos de todas las edades (desde 6 hasta 13) para este «gran evento». Los alumnos se sentaron en unas bancas y nosotros empezamos presentándonos los 3.
La primera parte de la sesión estuvo liderada por Lucas, el profesor de alemán. El micro-teaching consistió en enseñarles los nombres en alemán moderno de unos cuantos animales, mediante el uso de flashcards y la repetición de los nombres. Algunas de las palabras eran similares a las que ya conocían en Pennsylvania Ductch, otras no tanto.
Una vez que se habían aprendido bastante los nombres de dichos animales, Lucas explicó las instrucciones del juego. El nombre del juego era algo como “Vuela alto muy alto el animalito…”. El juego consistía en que él decía esta fórmula “vuela alto muy alto el animalito…” y lo seguía del nombre del animal. Si el animal era un animal volador (ágila, pájaro, murciélago) los alumnos debían levantar los brazos hacia el cielo, si el animal era terrestre (ciervo, topo, perro) los alumnos debían bajar los brazos. El juego fue un éxito.
Cuando la explicación de Lucas terminó, muchos alumnos le preguntaron por otras palabras en alemán moderno, le preguntaron sobre ciertos aspectos de la Alemania moderna y, lo más divertido de la sesión fue que un alumno le pidió que emulara una venta publica, a modo de subasta, de un caballo (imaginario). Lucas, lleno de energía y de dotes actorales, empezó a elogiar las características del caballo. A continuación comenzó la venta y Lucas no paraba de escupir números en alemán, mientras los niños levantaban las manos subiendo la puja. Fue desternillante.
A continuación, Tatiana y yo tomamos las riendas. Con otros flashcards similares de animalitos, les empezamos a enseñar los nombres de los mismos. Los escribimos en la pizarra en ingles y en español y cada vez que decíamos el nombre de un animal , imitábamos su sonido / ruido / acciones. De tal manera que decíamos: el cerdo /oink oink/, el pollo /pio pio/, etc. Los alumnos lo captaron enseguida y se lo aprendieron muy rápido (más rápido que los otros profesores adultos). Estuvieron muy involucrados desde el primer momento; repetían las palabras que les enseñábamos, los ruidos de los animales y sus gestos.
Por último, salimos al jardín y jugamos a un juego tipo “pilla-pilla”. Formamos un corro grande, que representaba a las ovejas, y en el centro del corro había una persona, que representaba al lobo. El corro empezaba a moverse en un círculo al ritmo de una canción y cuando la canción terminaba, el lobo empezaba a correr a pillar a las ovejas y estas traban de escapar. Al acabar el tiempo, todas las ovejas pilladas por el lobo se convertían en lobos. El juego volvía a empezar formando el corro con las ovejas supervivientes y ahora había más lobos en el centro.
Para finalizar, los alumnos se alinearon en un coro y nos deleitaron con una preciosa canción que habían estado ensayando. Fue muy emotivo. Tatiana les regaló unos caramelos y las profesoras nos pidieron que les firmáramos unas dedicatorias en sus diarios.
Así terminó el experimento del micro-teaching en el colegio menonita. Los alumnos y los profesores quedaron encantados. Nos invitaron a volver cuando quisiéramos y fueron muy cariñosos. Nosotros nos despedimos muy agradecidos y bendecidos por semejante experiencia y prometimos volver.
El propósito de toda la experiencia era mixto. Queríamos que aprendieran unas pocas palabras en otro idioma (propósito pedagógico), que interaccionaran con personas fuera de su comunidad (propósito antropológico) y que pasaran un momento divertido (propósito de ocio-social).
Creo que todo ello fue un éxito para ellos y para nosotros. Ellos aprendieron algo nuevo, se lo pasaron bien, tuvieron un día de colegio diferente a los demás, conocieron gente de fuera de su ámbito y aprendieron tolerancia y respeto por lo ajeno.
Nosotros vivimos una experiencia única, dentro de una comunidad en la que nunca pensamos que podríamos interactuar y sacamos muchas sonrisas y una experiencia inolvidable.
Es digno de mencionar que hemos sido las primeras personas en hacer esto en ese colegio, con lo cual era una experiencia muy novedosa para todas las partes.
Es cierto que no hemos pasado en total tanto tiempo con ellos como para conocer mucho sus tradiciones y costumbres y ellos no nos han contado a gran cosa acerca de su historia tampoco, pero en cuanto al trato personal, han sido gente excepcionalmente encantadora.
Desde la primera visita que hicimos para hablar con las profesoras, se mostraron muy abiertas a tener esta experiencia, así como el director a quien conoceríamos más tarde. Siempre simpáticos, sonrientes, tolerantes, agradecidos y dispuestos a ayudar y colaborar. Una delicia.
Fue muy interesante observar algunos aspectos:
- La sobriedad y simpleza de su iglesia, carente totalmente de iconografía.
- Sus atuendos; largos y monocromáticos para las mujeres y con un accesorio para recoger el pelo y camisas, tirantes y pantalones oscuros para los hombres.
- Sus medios de transporte, mayormente carruajes y bicicletas.
- Me atrajo particularmente, una estufa de leña que tienen en el aula para calentarla.
Nunca habíamos visto población menonita hasta llegar a USA, como es lógico. Una vez aquí, nos habíamos cruzado con algún carruaje en la carretera y excepcionalmente con alguna mujer haciendo la compra, pero no habíamos tenido interacción con ellos hasta que surgió esta oportunidad tan enriquecedora.
Nos fuimos de allí con el corazón repleto de alegría y una sonrisa de oreja a oreja. Esperamos poder ir en unos meses para tener otro intercambio similar y, quizá, aprender algo más sobre su comunidad.»
Jorge del Caño Durán, Fulbright FLTA en Susquehanna University
Pennsylvania. 2022-2023