«He may be a son of a bitch, but he’s our son of a bitch». Así se dice que zanjó, entre cínico y melancólico, el presidente Roosevelt el dilema acerca de la política a seguir con un pequeño dictador centroamericano. La frase tal vez nunca fue pronunciada, pero en cualquier caso resume con crudeza la recurrente disyuntiva de la diplomacia norteamericana desde hace más o menos un siglo. Como problema ético o político se trata de una cuestión de difícil, por no decir imposible, resolución. Como fenómeno histórico, el dilema del dictador amistoso se concretó en infinidad de situaciones específicas, rodeada cada una de ellas de sus particulares circunstancias históricas. El régimen de Franco, dictadura autoritaria de resabios fascistas pero de interés geoestratégico en el contexto de la Guerra Fría, planteó una de esas específicas situaciones.
Desde hace algunos años estoy investigando diversos aspectos de la relación bilateral entre la España franquista y los Estados Unidos, en el marco del Grupo de investigación de historia de España del siglo XX de la Universidad de Navarra. En el verano de 2009, tuve la oportunidad de sumergirme durante tres meses en la biblioteca de la Universidad de Chicago, gracias al programa de becas para la realización de investigaciones de Estudios Estadounidenses que la Comisión Fulbright convoca conjuntamente con la Sociedad Española para el Estudio de los Estados Unidos de América. Me preguntaba qué papel jugó en la discusión pública norteamericana el entendimiento diplomático, militar, económico y político con nuestro país. Confiaba en que el apoyo del Departamento de Ciencia Política, especialmente del Prof. Gary Herrigel, y los ingentes fondos físicos y virtuales de la biblioteca chicaguense, tanto de libros como de revistas científicas y de prensa generalista, me permitiesen en ese breve plazo estudiar las fuentes primarias y secundarias necesarias para hacer posible una pequeña aportación historiográfica sobre el dilema del dictador amistoso en general y el dilema de la amistad con Franco en particular. Por el momento, esa aportación se ha concretado en un capítulo de libro colectivo («El dilema del dictador amistoso. Estados Unidos y los regímenes no democráticos durante la Guerra Fría», en Ferrary, Á; Cañellas, A. (coords.), El régimen de Franco. Unas perspectivas de análisis, Pamplona: Eunsa, 2012, pp. 253-285) y una comunicación presentada en el X Congreso de la Asociación de Historia Económica, celebrado en Santander en 2010, («La legitimación del apoyo estadounidense a la dictadura franquista: realismo bipolar, relativismo cultural y teoría de la modernización», en Barrio, Á.; De Hoyos, J.; Saavedra, R. (eds.), Nuevos horizontes del pasado: culturas políticas, identidades y formas de representación, Santander: Ediciones de la Universidad de Cantabria, 2011).
Había que comprender en primer lugar el marco general del dilema del dictador amistoso en el desarrollo histórico de la cultura política norteamericana del siglo XX. El carácter elusivo del dilema reside sobre todo en la dificultad para demostrar empíricamente (es decir, históricamente) si es mejor una actitud o su contraria. La historia de las relaciones internacionales estadounidenses desde la Segunda Guerra Mundial ofrece ejemplos de éxitos y fracasos tanto en la aplicación de una política como la de su opuesta, siendo inevitable una cierta sensación de desasosegante perplejidad. Dentro de ese contexto histórico, la politología norteamericana ha podido discernir la naturaleza y evolución de distintas actitudes intelectuales, sus orígenes ideológicos o filosóficos y sus conexiones con la praxis política. Estas actitudes se pueden encontrar referidas a la España franquista tanto en las reflexiones más sosegadas como en la inmediatez del artículo o el reportaje periodístico.
La relevancia de esta clase de discusiones, en las que en ocasiones el sujeto histórico era nuestro país, iba más allá de la mera política internacional, en tanto en cuanto entraban en confrontación, o por lo menos en diálogo, ideas diversas acerca de la naturaleza misma de la democracia y de su relación con la diversidad cultural del mundo. Y al mismo tiempo, las distintas dictaduras amigas de Estados Unidos, la española entre ellas, no podían soslayar completa e indefinidamente la necesidad de contemporizar en algún grado con la cultura política norteamericana, es decir, de contribuir en alguna medida a ayudar a los que argumentalmente defendían el mantenimiento de la relación. Como toda investigación, la respuesta, aunque sólo sea parcial, a las preguntas iniciales no hizo sino generar otras nuevas. De entre ellas, tal vez la más sugerente sea: ¿hasta qué punto fue importante para la evolución política en sentido aperturista del régimen franquista la discusión pública norteamericana sobre el dilema del dictador amistoso?