Pablo Moreno García, es becario Coca-Cola / Fulbright, está haciendo el doctorado en University of Florida en estudios medioambientales y enfoca su proyecto hacía la resiliencia ecológica.
“Dear Pablo […] Is there a phone number I can reach you at?” (2 de Octubre de 2015). Con este mensaje de Michelle, de la Comisión Fulbright, empezó mi aventura Fulbright. Hoy, dos años y medio después, tengo mucho que agradecer a Michelle y a toda la Comisión Fulbright, así como a Coca-Cola España, por esta increíble oportunidad. Gracias a la beca Fulbright, mi vida se ha vuelto más interesante aunque, en ocasiones, sea más caótica. Pero empecemos desde el principio:
Nervios, papeles, análisis médicos, exámenes, llamadas internacionales, visados…y la historia de un proceso que, a veces, parece interminable. Cuando Michelle contactó conmigo yo estaba en Suecia, comenzando un Máster de Biología de la Conservación. Al principio, me comunicó que gracias a una donación de Coca-Cola España, mi estado había pasado de ‘reserva’ a ‘candidato’. Sin embargo, la tranquilidad duró poco. Me vi preparando el GRE con dos semanas de antelación, y con la presión de que los resultados del examen podrían ser decisivos en la elección de universidades. Una vez terminé, había que comenzar a pedir plaza en diferentes programas. Respecto a esto, he aprendido que es mejor tomar el tiempo necesario para elegir profesor y programa, que lamentarlo luego. A los futuros becarios les recomendaría que tengan paciencia y que se quiten el miedo de contactar con diferentes profesores. Aunque, dicho esto, todos los errores son enmendables. Además de los exámenes y la universidad, hay otras gestiones del proceso y, a veces, me parecía que nunca iban a acabar. Pero si, se acaban, y todo el miedo, la incertidumbre y los nervios se desvanecen al llegar a Estados Unidos.
Como parte de mi programa Fulbright, llegué a un ‘Gateway’ o seminario de entrada en Kennesaw (Georgia). De repente, me vi rodeado de gente de todas partes del mundo incluyendo ingenieros agrícolas de Méjico, abogadas y abogados de Bulgaria, politólogas de Kosovo, biólogas de Indonesia o ingenieros químicos de Colombia. Ese primer contacto fue una buena muestra de lo que significa la beca Fulbright, compartir y aprender sobre otras culturas y mejorar nuestros proyectos gracias a personas con diferentes perspectivas y antecedentes. Aunque, tras esa aparente diversidad, encontré muchos parecidos. No sólo compartimos grandes momentos, charlas y risas durante ese viaje, pero también nuestras ideas para cambiar el mundo y poder mejorarlo. En ese viaje también tuve la oportunidad de conocer uno de los pilares de mi experiencia cultural en Estados Unidos, el centro de Martin Luther King. Aunque pequeño, este centro muestra muchos de los espacios donde el Dr. King vivió y transmitió su mensaje. Un mensaje de justicia, de igualdad y de empatía, que parece ir de la mano con los principios de la beca Fulbright. Sin embargo, todo lo bueno se acaba y tras una gran semana llegué a la Universidad de Florida, en Gainesville.
Yo seguía los pasos de Buzz Holling, un ecólogo canadiense que describió por primera vez el concepto de resiliencia ecológica. La resiliencia es la capacidad que tienen los ecosistemas para resistir, adaptarse o recuperarse ante impactos ambientales (como un incendio o un vertido). Mi historia con la resiliencia ecológica es como una de esas películas romanticonas que intentan convencer a la gente de que son diferentes a las demás (lo cual es rara vez verdad). ¡Amor a primera vista! Creo que lo que más me convenció de este concepto era las posibilidades que ofrecía para mejorar la gestión de nuestros sistemas naturales y protegerlos ante la amenaza del cambio global (un proceso que engloba el cambio climático junto a otras potenciales alteraciones). En ese sentido, la resiliencia ecológica era como mi Batman ante el Escuadrón Suicida. Así, los pasos del profesor Holling me llevaron a 7000 km de mi casa en Madrid hasta Florida. Pero no, no la Florida de playas de arena clara y mojitos en la hamaca, si no la Florida de pinares y cenagales. Sin embargo, es una Florida hermosa, y única, llena de lagos de aguas transparentes, manatíes, robles cuyas ramas tocan el suelo y ardillas gigantescas. Además, el calor húmedo del verano suele contrastar con la falta de invierno. Y, cuando la gente usa bufandas con 15 grados, algo debe de estar haciendo bien.
“La siesta española se ríe del sueño americano”. Vi este eslogan en un bar español en Miami, si mal no recuerdo. Este eslogan me recuerda en muchas ocasiones todo lo que echo de menos, mi familia, amigos, la comida, el transporte público, muchos aspectos de la vida cotidiana…en ciertos aspectos es duro estar lejos de casa. Por otro lado, no creo que haya absolutos a la hora de comparar modos de vida y hay muchas cosas de vivir en Florida que me encantan. Durante este tiempo he aprendido que el maíz se puede usar para prácticamente todo, y el “corn bread” es increíble. Además, mi concepto de lo que es “normal” ha variado.
Cuando mi amigo Dani vino de visita y se paró exclamando “¡Una ardilla!” (mientras intentaba hacer fotos a dicho roedor hiperactivo) me di cuenta de que me he acostumbrado tanto a ver ardillas y otros animales que, me parece raro que le llamara tanto la atención. Y, cuando digo ardillas, añado mapaches, búhos, pangolines, cocodrilos, caballos salvajes…desde luego algo que voy a echar de menos cuando tenga que volver a España va a ser la naturaleza de Florida. Hay aspectos que quizás sean comunes en Madrid también, pero que echaría de menos en ciudades más pequeñas en España. Tener comida de diferentes partes del mundo y no tener que preocuparme por encontrar platos vegetarianos son algunos de ellos. También me he acostumbrado a que la posibilidad de ir a la playa en Miami o de disfrutar de conciertos de Jazz en directo en Nueva Orleans siempre está ahí (otra cosa es que tenga el tiempo necesario). Y, aunque en un principio me parecía extraña la posibilidad de aprender más sobre la cultura estadounidense (debido a su presencia en medios de comunicación, literatura o cine) existe todo un mundo de subculturas bajo esa percepción más superficial. Algo que me fascina es la lucha de muchos sectores por la igualdad y mi estancia en Estados Unidos me ha ayudado mucho a aprender sobre racismo, igualdad, post- colonialismo o creación de identidades en personas que desconocen sus raíces. En conclusión, cuando me piden que compare, pienso en balances o contrastes. No existe un lugar mejor o peor, si no que hay lugares más apropiados para cada persona o etapa de la vida. Lo que tengo claro, es que Florida, y seguramente muchos otros lugares de Estados Unidos (aunque en menor medida que Florida), son una opción genial para realizar estudios de posgrado.
La Universidad de Florida me resulta muy diferente a lo que conocía, es una universidad de una gran dimensión que, prácticamente, controla la ciudad de Gainesville. Sin embargo, a diferencia de la ‘Camorra’ ese control es bastante positivo. La Universidad permite que en una ciudad de poco más de 100.000 habitantes se organicen TED Talks, haya un sistema de carril bici bastante desarrollado, se ofrezca una gran oferta cultural incluyendo actuaciones de ‘El cirque du soleil’ u orquestas suecas, se realicen exposiciones en el museo de ciencias (que de por sí tiene una colección bastante grande) o que haya bocetos de Picasso o Goya en el museo de arte. El sistema universitario en Estados Unidos es muchas veces así, con auténticas ‘ciudades universitarias’, pero además del tamaño de la universidad hay otras diferencias importantes. Algo que me impresiona mucho es la cantidad de seminarios que se ofrecen en los departamentos. En el departamento en el que he estado trabajando, he tenido la oportunidad de escuchar a investigadores muy notables en ecología o nuevas promesas que están revolucionando este campo. Además, las charlas de mi departamento (en muchos casos semanales o incluso más frecuentes) son sólo una pequeña parte de toda la oferta de seminarios de la universidad. Algo que también puede resultar extraño para personas que han estudiado en una universidad local en España es que ‘hay vida en la Universidad’. Es decir, la gente no va a la universidad sólo para ir a clase sino también para ir al gimnasio, salir a comer o quedar con amigos. No importa la hora a la que pases cerca de la Universidad, siempre hay gente. La presencia de la universidad en la vida cotidiana es tal que las ligas deportivas se televisan y reconocen nacionalmente. Tristemente, se nota el efecto del machismo y aunque los deportes masculinos tienen una gran representación, no ocurre lo mismo con sus homólogos femeninos. En cuanto a los aspectos más académicos, me impresionan las oportunidades que tienes los estudiantes. Por ejemplo, muchos de ellos pasan los veranos trabajando o haciendo proyectos tanto nacionales como internacionales en parques nacionales, grupos de investigación, agencias públicas o empresas. Por otro lado, las clases no suelen ser muy complicadas y, aunque hay excepciones, los suspensos son poco comunes. Pero la experiencia Fulbright ofrece mucho más que un programa académico.
Algo que hay que entender si se quiere solicitar una beca Fulbright es que el intercambio España-Estados Unidos es, apenas, la mitad de la ecuación. Fulbright te pone en contacto con profesionales increíbles, de todas partes del mundo y te ayuda a desarrollar tu entendimiento en el contexto de un mundo globalizado. Esto es especialmente verdad en la Universidad de Florida, en gran parte gracias a nuestra gran coordinadora, Debra Anderson, como a la Asociación Fulbright en Gainesville, gestionada por Carlos Maetzu. Con ellos, he degustado la comida de Angola, aprendido sobre iniciativas sociales en Panamá, bailado al estilo Pakistaní, bebido mate y pisco, descubierto que los horarios uruguayos se asemejan a los españoles, bailado danza del vientre libanesa o aprendido sobre todas las contribuciones de República Dominicana al mundo. Si algo caracteriza a esta experiencia, es toda la riqueza cultural que entraña y, aunque en ocasiones se hace duro estar lejos de la familia y los amigos, me alegra tener una familia Fulbright a la que poder acudir. No sólo compartimos grandes momentos, pero también hemos tenido la oportunidad de explorar y de conocer la cultural estadounidense juntos. Entre ellos, hemos tenido la oportunidad de ir a Colorado a un Seminario Fulbright, donde hemos conocido a gente del mundo del medio ambiente de todos los contextos. La experiencia de un seminario Fulbright es difícil de describir. Grandes personas, muchas risas, celebraciones con profesores excelentes en cambio climático, muchas charlas y la promesa de volvernos a ver cuanto antes. Si la experiencia Fulbright es de por sí única, el poder compartirla con todas estas grandes personas, es irrepetible. Así que si tienes la oportunidad, ¡no la desaproveches!