Resulta de gran importancia para el buen desarrollo de toda aventura poder contar con un buen principio. Mi aventura consistió en cursar un programa de estudios de posgrado en Nueva York y el inmejorable principio fue la concesión de una beca Fulbright, bajo el patrocinio de la Junta de Andalucía. Paradójicamente, el desenlace de esta historia tiene lugar muy lejos de allí, en Roma. En esta ciudad llevo a cabo una estancia investigadora en el Instituto Internacional para la Unificación del Derecho Privado (UNIDROIT). Aquí asisto en las tareas de redacción de una guía jurídica que fomente la armonización legislativa en materia de mercados de capitales, sobre todo de aquellos en economías emergentes. La Universidad de Nueva York (NYU), la misma que me abrió sus puertas hace un año, es ahora la que me ofrece esta oportunidad de formación jurídica gracias a su programa «International Finance and Development Fellowships» con organizaciones internacionales.
Pero volvamos al principio. Como ya he dicho, mi aventura académica tuvo como escenario la ciudad de Nueva York. Allí se encuentra la “New York University School of Law”, una institución que cuenta con uno de los mejores programas internacionales de Master of Laws (LL.M.), además de estar clasificada entre las más reputadas escuelas jurídicas del mundo. Es allí donde completé mi programa de posgrado en la especialidad de derecho societario (“LL.M. in Corporation Law”), siendo premiado a final de curso con la distinción «Charles D. Klein ’63 Award» por la excelencia académica demostrada en el análisis combinado de asuntos jurídicos y económicos. Del paso por las aulas destacaría, sin lugar a dudas, a mis compañeros de viaje. Aquellos amigos con los que tanto he compartido y de quienes tanto he aprendido. Durante un año nos tocó sobrevivir a la dinámica del método socrático. Los famosos “readings” eran el asunto clave de la vida académica diaria. Esta rutina significaba prepararse exhaustivamente las clases por anticipado, y una vez en ellas, desarrollar nuestro aprendizaje mediante un diálogo constructivo entre los propios alumnos y el profesor. Durante aquellos debates me di cuenta de que el talento de las personas que se sentaban a mi alrededor era el mayor activo de la universidad. No dependía tanto de los países de los que procedíamos o de los sistemas educativos en los que nos habíamos formado. Había estudiantes sensacionales de cualquier parte del mundo: de Estados Unidos, Australia, Nigeria, India, China, Corea del Sur, Argentina, México, Alemania, Brasil, Sudáfrica, Egipto, Chile, etc…y por supuesto de España. Los españoles éramos muy proactivos. Compartimos clases con estudiantes americanos de igual a igual y lo hicimos francamente bien.
La colaboración con el “Journal of Law and Business” como “Graduate Editor” ayudó mucho a mi proceso de enriquecimiento académico. Primero, la revista era una plataforma de intercambio de ideas entre estudiantes, profesores, abogados, jueces y otros miembros de la comunidad jurídica de Nueva York. Organizamos numerosas conferencias, simposios, charlas y mesas redondas sobre temas de gran actualidad dentro del mundo del derecho y la economía. Segundo, la revista era un medio de desarrollo de las habilidades de “legal writing”. Antes de cualquier publicación, la revisión de los artículos era minuciosa. Todo de acuerdo al puntilloso “Bluebook”, el libro que establece un sistema uniforme de citas para la amplia mayoría de las escuelas jurídicas de Estados Unidos. Tercero, y más importante, el resultado de todo el trabajo se materializó en la publicación de las sucesivas ediciones, hasta cuatro, durante el curso académico pasado.
Pero no todo era estudiar. También hubo oportunidad de poner nuestros conocimientos al servicio de los demás. Un reducido grupo de estudiantes de NYU se ofreció para llevar a cabo un proyecto de investigación jurídica para el Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas (UNDP). Estudiantes de varios países unimos fuerzas con el fin de redactar un informe sobre el estatus jurídico en que se encuentran los derechos de las comunidades indígenas en diferentes estados para así proponer reformas legislativas que aseguren la supervivencia de estas comunidades. Como beneficiario Fulbright/Junta de Andalucía, uno no puede olvidar que el objetivo último de la beca es conseguir un impacto social durante y después de la culminación de la estancia en Estados Unidos. El poder estudiar en una universidad de excelencia internacional no puede ser un fin, sino el medio para producir futuros cambios en beneficio de la sociedad.
De no haber disfrutado de mi tiempo libre en Nueva York, toda esta aventura hubiera quedado incompleta. Nueva York es una ciudad que ofrece infinitas posibilidades a nivel cultural, académico, profesional y de entretenimiento. Uno está expuesto a ocurrencias de todo tipo cada día. Te puedes encontrar desde escenarios improvisados para rodajes de series o películas hasta grandes eventos deportivos, políticos o culturales. Es una ciudad que engancha y tremendamente funcional a pesar de sus dimensiones. El hecho de que la gran mayoría de la gente que vive en Nueva York no sea originaria de aquí hace que todo el mundo sea bienvenido. Por supuesto hubo tiempo para pasear por el Museo Metropolitano, sorprenderse con el Museo de Arte Moderno, descubrir los misterios del Museo de Historia Natural, apoyar a los Nets de Brooklyn, lamentarse con los Knicks de Nueva York (hicieron una temporada horrible), asistir a conciertos en el Carnegie Hall, disfrutar de la Opera en el Met, o acudir a los musicales de Broadway. Todo ello sin olvidar la visita a lugares emblemáticos como Empire State Center, Rockefeller Center, o barrios como Harlem, Brooklyn, Queens, Financial District, Chinatown, Little Italy, o Soho. A ello hay que sumar que el campus de NYU se encontraba en una zona muy céntrica de Manhattan, en torno a Washington Square Park, con una gran cantidad de bares, restaurantes, salas de conciertos, y por supuesto, los “food trucks”, la gran despensa para muchos estudiantes y turistas de la zona. Para finalizar, no puedo olvidar los grandes momentos que viví cada semana junto a mis compañeros de NYU Law en la liga interna de baloncesto y a los valientes que íbamos los sábados por la mañana a las clases de escalada. Como siempre, el deporte no conoce fronteras ni entiende de idiomas o nacionalidades.
Casi sin apenas tiempo para celebrar la graduación, tocó el turno de un nuevo desafío: enfrentarse al “New York Bar Exam”. Ese examen de dos largos días que determina si los candidatos, nacionales o extranjeros, tienen los conocimientos jurídicos necesarios para ejercer la abogacía en el Estado de Nueva York. Tras dos meses de agotadora preparación (porque fue agotador), el esfuerzo dio sus frutos, y recientemente los resultados salieron publicados con la grata noticia de haber aprobado. Mi enhorabuena a todos los estudiantes españoles de NYU Law que igualmente superaron este tremendo reto.
No me cabe la menor duda que mi experiencia Fulbright fue increíble y será inolvidable. A todo el mundo que le guste estudiar o investigar (en su respectiva disciplina) sabrá disfrutar de la posibilidad de pasar un año en una de institución como «New York University School of Law». La enorme carga de trabajo fue lo de menos. Me vuelvo con todos los objetivos cumplidos. Quiero agradecer a la Junta de Andalucía por su patrocinio durante esta aventura única, a la Comisión Fulbright, a mis amigos y compañeros por todo su apoyo antes y durante el disfrute de la beca, y por supuesto, a mi madre, por su amor, y por haber hecho por mí tanto con tan poco.
Jesús García Aparicio
Fulbright/Junta de Andalucía 2014-15
LL.M New York University