Renovarse o morir. El drástico recorte de las ayudas sociales ha puesto sobre la mesa el importante asunto de la sostenibilidad económica en las ONG, así como el potencial abandono de la acción social a consecuencia de la falta de financiación de las organizaciones. Si los gobiernos recortan sus ayudas, las empresas disminuyen su apoyo económico y ahora las organizaciones (las que sobrevivan) prescinden de muchos de sus programas “por falta de subvenciones”, ¿quién se va a ocupar de impulsar los cambios necesarios para la erradicación de problemas –urgentes y vergonzosos– como el hambre, la pobreza, la destrucción de los recursos naturales o la violación de los derechos humanos? Ahora más que nunca, las ONG han de mostrar su savoir faire en la gestión de crisis. Han de liderar cambios estructurales en sus políticas de gestión que –por qué no– además sirvan de modelo para empresas y para la propia administración pública. Urge por tanto un fortalecimiento del tercer sector hacia sistemas más eficientes y sostenibles que promuevan una necesaria capacidad de autofinanciación.
No hay duda de que las ONG poseen una amplia tradición en captación de fondos, pero no todas han sabido limitar sus objetivos y su peso organizacional ante una potencial caída de sus ingresos, además de diversificar sus distintas fuentes. Ahora llega una nueva oportunidad de la mano del crowdfunding (también llamado financiación en masa), una de las afortunadas consecuencias del encuentro entre la tecnología digital y la actual participación social en Internet.
El crowdfunding es un sistema on-line de financiación colectiva que permite, tanto a usuarios individuales como a organizaciones, promover proyectos para que sean financiados mediante pequeñas contribuciones por parte de una masa distribuida de financiadores. Tanto la petición de fondos como las aportaciones se realizan a través de plataformas on-line que facilitan el encuentro entre los promotores de los proyectos y sus financiadores.
Esta nueva corriente proveniente de Estados Unidos está teniendo una importante acogida en Europa y durante el último año este tipo de plataformas ha comenzado a surgir en nuestro país, a pesar de las diferencias de contexto en lo referente a las condiciones fiscales y a la cultura social de la donación. Lanzanos fue la primera, nacida en diciembre de 2010 casi simultáneamente a Verkami y posteriormente han ido apareciendo otras como: Injoinet, Volanda, Fayndu e Ivnus.
El crowdfunding es una tercera vía a los dos modelos tradicionales de financiación: fuentes públicas y privadas. Pese a que supone una oportunidad añadida para el tercer sector, no hay que olvidar que este tipo de plataformas no suelen distinguir los fines de lucro o no de los proyectos que acogen. Igualmente, no todas las fórmulas de petición y gestión del dinero recaudado son las mismas. Así pues, se hace necesario establecer algunas distinciones para que las organizaciones escojan lo que mejor se adapte a su naturaleza y necesidades. Aunque no existe un consenso absoluto relativo a la nueva terminología asociada, los conceptos más utilizados hasta ahora son: Préstamos P2P, micromecenazgo, y crowdfunding.
Los Préstamos P2P son prestaciones a largo plazo en las que el retorno está vinculado al éxito de la empresa y a su capacidad de devolver la cuantía prestada. Así pues, las transacciones sí tienen fines de lucro y son un préstamo sin intermediarios a proyectos o pequeñas empresas que necesitan recaudar un capital inicial a cambio de dividendos o acciones.
Por otra parte, el micromecenazgo permite financiar proyectos sin intermediarios y mediante pequeñas cantidades. El dinero se entrega en forma de donación, por lo que no se espera un retorno económico de la cantidad donada.
Una fórmula novedosa de microfinanciación es la “financiación en equipo”, muy apropiada para su implantación en empresas. Un buen ejemplo es Teaming, que promueve que grupos de empleados donen un euro mensual y que entre todos elijan a qué organización dárselo cada mes.
La esencia del crowdfunding no es nueva para las ONG, ya que obtener pequeñas contribuciones de muchos individuos es algo que las organizaciones vienen haciendo desde hace mucho tiempo. Sin embargo, la novedad radica en hacerlo por Internet y en una nueva sociedad que se relaciona por esta vía.
Es fundamental que las ONG conozcan y asuman las nuevas formas de relación social en Internet, puesto que una de las claves de su sostenibilidad radica en la solidez y el tamaño de su base social. Si en esta base se producen cambios (o previsiones de ello) la sostenibilidad de la organización estará en riesgo. Sin embargo, que las organizaciones deban acercarse a los espacios on-line donde están los potenciales donantes no significa solamente un cambio de lugar.
Dinero para lo que no se paga con dinero
Lejos de ser fruto del actual auge de las redes sociales, el nacimiento del crowdfunding data de 1997, cuando el grupo británico de rock Marillion promovió por Internet la financiación colectiva de una de sus giras. Tras recaudar 60.000 dólares gracias a sus fans, el líder de la banda subrayaba el aspecto más relevante de esta experiencia: “No es solo por el dinero, Internet nos permite comunicarnos directamente con nuestros fans en todo el mundo de una manera espontánea e inmediata. Es un proceso de comunicación de dos vías que lo ha cambiado todo para nosotros, ahora los fans de todo el mundo se sienten como una familia. La fe mueve montañas, así que tened cuidado”.
Así pues, la captación de fondos on-line era posible antes de que aparecieran términos como “Fundraising 2.0″. Por otra parte, mientras que el uso de herramientas 2.0 no asegura el éxito de la captación, sí lo hace conocer y saber gestionar el valor añadido que aportan los entornos de crowdfunding. Tal como expresaba el líder de Marillion, lo fundamental es crear comunidad en torno a donantes y patrocinadores, y esto sí que es una oportunidad con respecto a anteriores fórmulas.
El crowdfunding se presenta como una nueva vía no solo de consumo y financiación, sino también de participación en los proyectos y de pertenencia a una comunidad, en lo que es una versión revisada y abierta de las tradicionales comunas cuyos beneficios revertían en la propia colectividad. Además, esta fórmula asegura una mínima cantidad de masa social interesada en la realización del proyecto, por lo que el retorno social queda previamente asegurado. Sin embargo, habrá que preguntarse si una “larga cola” de donantes verdaderamente asegura una gestión sostenible.
¿Es oro todo lo que reluce?
En contra de lo que propugnan la mayoría de plataformas de crowdfunding, las organizaciones intermediarias (como lo son las ONG) siguen siendo necesarias, puesto que no todo el mundo puede o quiere ser el promotor de sus propias causas. Por otra parte, ¿qué son si no las plataformas de crowdfunding más que intermediarios entre las causas y quienes las apoyan? Lo que el crowdfunding presenta es simplemente una nueva alternativa para que las organizaciones difundan sus proyectos y apoyen sus objetivos. En eso ha consistido la alianza estratégica entre la Fundación Hazloposible y Lanzanos que actualiza a la máxima capacidad el impacto de la organización.
Pero si no se quiere entrar a formar parte de la infinidad de plataformas que están surgiendo por todo el mundo, la alternativa ha de ser elaborar proyectos de fundraising on-line integrables en las páginas web de las ONG. Así lo ha hecho Unicef España con su magistral proyecto: “School Land”, un juego creado en Facebook consistente en la construcción de una escuela de Luapula (Zambia) que se desarrolla en la red social y se lleva a cabo en la realidad.
Publicado originalmente en: Compromiso Empresarial, julio – agosto, 2011. (imagen: stevendepolo)