La red social


A algunos decepcionará la película dirigida por David Fincher, porque no es una película sobre el papel de Facebook como red social, sino una película sobre intrigas empresariales y demandas judiciales, en torno al origen y crecimiento de la empresa Facebook. Pero está muy bien llevada y desde luego yo recomiendo verla a todo el que tenga un Facebook (que a fecha de la salida de la película eran más de 500 millones de personas, y vete a saber si ya serán el doble).

Una noche de otoño de 2003, Mark Zuckerberg, estudiante en Harvard y genio de la programación, se sienta ante su ordenador y comienza a trabajar febrilmente en una idea nueva. En un arrebato de blogueo y programación, lo que empieza en el dormitorio de su residencia estudiantil pronto se convierte en una red social global y en una revolución en las comunicaciones. Tan sólo seis años, y 500 millones de amigos, más tarde, Mark Zuckerberg es el multimillonario más joven de la historia… pero a este empresario el éxito le conduce a complicaciones tanto personales como legales. (Resumen en IMDb). Recomiendo continuar con la reseña de Roger Ebert. Termina éste llamando la atención sobre lo absorto que parecía el público mirando esta película—que con una historia no especialmente trepidante nos da una experiencia trepidante. Y es que seguramente todo el que la va a ver tiene un interés directo en ella, porque tiene un Facebook. También lo tienen, seguro, los actores de la película, y los protagonistas, empezando por Mark Zuckerberg. Que por cierto no se hace eco público de la película en su Facebook.

Siendo una película sobre personajes reales (al menos la mayoría de ellos), ha creado inevitablemente polémica—pues no es una película «oficial» de Facebook, más bien todo lo contrario. El propio director se manifestó diciendo que no le gusta Facebook porque crea relaciones falsas entre las personas. Zuckerberg declaró que la película es exacta en algunos detalles insignificantes y falsa en su perspectiva general—pues básicamente le presenta a él como un  geek inadaptado que no consigue ligar y que compensa sus frustraciones con un gigantesco montaje de una red social que le permita ser popular entre las chicas. Y rico y famoso. Se presenta a Zuckerberg como frustrado por no pertenecer a la élite social de Harvard, sin poder obtener acceso a sus clubs de contactos exclusivos—y su triunfo empresarial es la venganza de un judío despechado. La película termina sin embargo con un tono sarcástico, con Zuckerberg intentando que lo acepte como amigo en Facebook la chica que lo llama jilipollas en la primera escena (por su obsesión con el exclusivismo social). Mientras, suena la canción de los Beatles Baby You’re a Rich Man:

How does it feel to be
One of the beautiful people?
Now that you know who you are
What do you want to be?
And have you travelled very far?
Far as the eye can see.
How does it feel to be
One of the beautiful people?
How often have you been there?
Often enough to know.
What did you see, when you were there?
Nothing that doesn’t show.
Baby you’re a rich man,
Baby you’re a rich man,
Baby you’re a rich man too.
You keep all your money in a big brown bag inside a zoo.
What a thing to do.
Baby you’re a rich man,
Baby you’re a rich man,
Baby you’re a rich man too.
How does it feel to be
One of the beautiful people?
Tuned to a natural E
Happy to be that way.
Now that you’ve found another key
What are you going to play?
Baby you’re a rich man,
Baby you’re a rich man,
Baby you’re a rich man too.
You keep all your money in a big brown bag inside a zoo.
What a thing to do.
Baby you’re a rich man…


La respuesta de Zuckerberg a sus críticos insistía en que sus móviles principales al diseñar Facebook eran un deseo creativo—el de desarrollar una herramienta que permitiese mejorar la comunicación entre las personas—y en la película ciertamente se ven ambas cosas, las frustraciones personales del personaje y su motivación creativa para hacer cosas que no se habían hecho antes, cosas que le fascinan y que tiran de él y adquieren su propia dinámica. Facebook explota como fenómeno global, haciéndole a su autor llevar un camino que por una parte quizá colme sus aspiraciones, pero que por otra lo arrastra y le hace escapar a su propio control, transforma sus prioridades, y le lleva a dejarse atrás a sí mismo y a sus viejos amigos y a sus viejos planteamientos.

La película está estructurada en torno a ese contraste entre el presente (Zuckerberg forrado, con forro polar, y rodeado de abogados) y el pasado reciente, hace tan poco, cuando era un friki de mal asiento en Harvard. De hecho, siendo una película medianamente hostil hacia Zuckerberg, su fuente parece estar en los documentos de las demandas judiciales, y por tanto en el punto de vista de sus demandantes.  Los flashbacks zumban adelante y atrás, entre el desarrollo de la idea de la red social, antes, y después—el momento unas reuniones previas a la vista judicial, reuniones en las que Zuckerberg acabará pactando con las partes contrarias.

Hay dos pleitos con los que vérselas, de antiguos asociados suyos: uno, la demanda de los gemelos posh Winklevoss, que lo habían contratado para desarrollar una red social en Harvard—se puede decir que Zuckerberg les robó parte de la idea, o no, porque los gemelos querían precisamente restringir el acceso a contactos de Harvard, exactamente lo contrario de lo que hace Facebook—era una idea elitista en una universidad elitista. (Ahora Harvard tiene por supuesto sus propias páginas en Facebook, como todo quisque… yo también veo a veces allí el grupo de Brown University, que era mi universidad elitista de la Ivy League). La película presenta en parte el logro de Zuckerberg como una manera de volar por los aires ese elitismo. Zuckerberg podrá quizá entrar en aquellos clubs exclusivos, pero no es eso lo relevante, sino el hecho de la revolución en las comunicaciones que ha tenido lugar. La película termina con una nota irónica, con Zuckerberg reducido al papel de un mero usuario de Facebook, intentando ver si la chica que cortó con él lo acepta como amigo de Facebook. Si creemos a los rumores, esta escena sería imposible porque Zuckerberg se ha autoreservado un lugar especial de modo que nadie pueda rechazarlo como amigo. Bueno, puede que no sean rumores sino malas lenguas.

La historia de esta chica en la película es reveladora: corta con Zuckerberg al principio llamándolo gilipollas por su obsesión con las élites, y luego reaparece como becaria del despacho de abogados de la parte contraria. Le aconseja a Zuckerberg pactar, cosa que hará, y se despide diciéndole «no eres un gilipollas, aunque lo intentas mucho». Lo tiene rendido, parece, pero este episodio, siendo ficticio, es uno de esos momentos clave en los que la película se separa de los hechos para añadir, y dar una interpretación algo tendenciosa. También es uno de los elementos que ayudan a crear clausura narrativa y un argumento más peliculero, con ida y vuelta. La ironía sería que Zuckerberg tiene ahora todos los amigos de Facebook que quiere, pero por sus deficiencias personales y sus prioridades erróneas sigue sin acceder a las auténticas amistades y al amor—y he ahí la lectura del director, al efecto de que Facebook crea una ilusión de relaciones.  Lo que sucede para Zuckerberg es que falsifica la única relación realmente amistosa que tenía, con su compañero Eduardo, que comienza como inversor y asesor financiero, y es pronto desbordado por el crecimiento de la compañía, y expulsado de ella. Su lugar lo ocupa Sean Parker (el otro golden kid que había pasado ya por el triunfo súbito, creando Napster y hundiendo con ello a la industria de la música). Parker aparece aquí como un desaprensivo yuppie dispuesto a trepar y a inflar la empresa por encima de toda consideración ética. Con mucho más olfato comercial que Zuckerberg y que Eduardo, eso sí.

La otra demanda a la que se enfrenta Zuckerberg es la interpuesta por Eduardo, a quien se dejó atrás con malas artes al expandir la empresa. Es la historia con más «interés humano» de la película, porque es allí donde se confrontan éxito y fidelidad a uno mismo. Evidentemente Zuckerberg elige ser fiel al que va a ser, no al que ha sido—y con frecuencia luce una vena arrogante que no le va mal del todo al personaje. A Eduardo lo echa fuera presentándole un contrato con letra pequeña, como para demostrarle que es tan nulo como director financiero que no sabe ni cuidar sus propios intereses leyendo entre líneas el riesgo que había allí para él. Y en el juicio, aunque pactará, les espeta en la cara a sus demandantes que la situación es tautológica—«si alguna de estas personas hubiese sabido fundar Facebook, habría fundado Facebook», posición en la que está él y no otro… pero ay, toda idea consta de ingredientes, debe algo a alguien, y Zuckerberg encontrará prudente pactar por una «calderilla» de millones y cerrar las demandas a tiempo. Otra salida buena es cuando le dice al abogado de los Wiklevoss que no puede prestarle sino parte de su atención, porque en esta sala se está hablando de cosas que nadie más que yo entiende ni es capaz de hacer—y menos que nadie, sus dos clientes (refiriéndose a los gemelos de alto standing). A ese lado genial e insolente del personaje también se le hace justicia, aunque el énfasis final queda un tanto injustamente en el frustradillo que quiere ligar por Facebook.

A lo largo de la película vemos cómo evoluciona la idea, a través del pequeño mundo obsesivo de Harvard, basado en los contactos, y la observación y vigilancia mutuas. De ahí tuvo que surgir Facebook—y allí estaban los «facebooks» originales, los álbumes de miembros de las distintas fraternidades y residencias (álbumes impresos en origen, y en red después), que utiliza Zuckerberg primero para hacer un programa machista (para «comparar qué tía está más buena», despechado con las chicas). Luego vemos cómo se difunde el la plantilla para crear páginas individuales y enlaces, cómo Parker sugiere reducir «The Facebook» a «Facebook», como aparece «el muro»… pero tampoco vemos mucho más sobre aplicaciones y desarrollos. Es un historia de ética de los negocios, como digo, un poco la contraria a la que vemos en In Good Company, más que una historia sobre redes sociales. (En In Good Company, un yuppie tiburoncillo de la empresa maduraba y descubría los valores humanos; aquí vemos cómo un chaval de greñas y forros polares se convierte en un magnate despiadado).

De hecho en algunas cosas de las más obvias Zuckerberg iba a tientas: es un hacha de la programación, y de las soluciones ingeniosas combinando órdenes de código, pero a veces le cuesta ver qué es lo que quiere la gente, o qué le interesa. La idea de los contactos y su valor se la inspiran los elitistas Winklevoss; la idea de incluir el «estado civil» libre o con pareja, sale en una conversación por casualidad.

En suma, que Facebook surge como conjunción del desarrollo tecnológico que lo pedía, de unas capacidades personales de su autor, y de un ambiente social muy concreto (los contactos entre universitarios), donde se mezcla la protección del pequeño mundo universitario con el deseo de darse a conocer y arriegarse un poco a enseñar la cara. Los blogs se habían popularizado desde hacía unos años, pero no habían llegado a arrancar al modo masivo en que lo hizo Facebook. Es en origen, básicamente, un blog con una plantilla muy rígida, un blog un poco para gente que si no le obligasen sus amigos no haría un blog—y pensado para constantes provocaciones al intercambio y a la comunicación en un pequeño círculo. Está pensado también para crecer a modo de efecto dominó, con unos contactos llevando a otros, haciéndose el sistema publicidad a sí mismo y asegurándose el desarrollo a través de sus usuarios que enganchan a sus amistades. Está claro que la gente necesitaba un espacio fijo en la red, identificable con ellos, donde presentarse, comentar su día a día con los amigos, compartir textos, fotos, vídeos, etc., —un espacio un poco más cerrado que los blogs, tan abiertos ellos a trolls malevolentes. Sobre todo, la gente necesitaba una moda, quizá, y la moda acabó surgiendo explosivamente cuando la tecnología ya iba muy por delante del uso limitado que estaba haciendo la gente de ella, por una actitud un tanto timorata o ignorante. Había que acercar la red a la red social de las personas, hacerla más usable (aún más usable que un blog, aún más fácil)—y eso es lo que ha logrado hasta ahora Facebook, con tres o cuatro aplicaciones más. Skype, sobre todo, que es lo que le falta integrar a Facebook: el videochat, que parece que le gusta mucho al personal. Seguramente será en Facebook donde se haga la conjunción tecnológica final del espacio en red e instrumento comunicativo multimedia total, porque se ha extendido en el momento adecuado para convertirse en el estándar. Y sin embargo quién sabe—porque quién sabía nada de Facebook hace cinco años. A mi facebook va, automáticamente, todo lo que pongo en el blog, pues esa función de absorber o recopilar contenido es una de las más útiles que tiene.

Me lo abrí ya hace bastantes años, uno de estos Facebooks, cuando sólo estaba de moda entre estudiantes americanos. Y me quedé durante años solo, esperando a que se uniese el resto del personal. Que mientras se hacían de Tuenti y de otras historias. Hace poco más de un año fue la gran explosión de Facebooks en España, o al menos en mi círculo, y de repente todo el mundo tenía uno. Aparte  lo uso relativamente poco, sigo centrado en el blog, que da más cancha a la escritura por extenso, y menos a la interacción, que por lo que se ve no me interesa tanto como parecía. Por cierto, este post ya dura demasiado.

The Social Network. Dir. David Fincher Written by Aaron Sorkin, based on the book The Accidental Billionaires by Ben Mezrich. Cast: Jesse Eisenberg (Mark Zuckerberg), Rooney Mara (Erica Albright), Bryan Barter (Billy Olsen), Brenda Song (Christy Lee), Armie Hammer (Cameron Winklevoss / Tyler Winklevoss), Joseph Mazello (Dustin Moskovitz), Patrick Mapel (Chris Hughes), Max Minghella (Divya Narendra), Andrew Garfield (Eduardo Saverin), Calvin Dean (Mr Edwards), Cedric Sanders (Reggie), Justin Timberlake (Sean Parker), Dakota Johnson (Amelia Ritter).  Music by Trent Reznor and Atticus Ross. Cinemat. Jeff Cronenweth. Ed. Kirk Baxter and Angus Wall. Prod. des. Donald Graham Burt. Art dir. Curt Beech, Keith P. Cunningham and Robyn Paiba. Exec. prod. Aaron Sorkin and Kevin Spacey. Prod. Dana Brunetti, Ceán Chaffin, Michael De Luca and Scott Rudin. Columbia Pictures, 2010.

Artículo de mi blog Vanity Fea: La red social.