¿Irán a la guerra?

¿IRÁN A LA GUERRA?

Francisco J. Rodríguez Jiménez.

George Washington University.

Decía Albert Einstein que hay “dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana”, para apostillar irónicamente a posteriori que no estaba seguro de lo del Universo. Escuchando en las últimas semanas cómo los tambores de guerra se ciernen sobre Irán, es difícil no estar de acuerdo con el científico alemán. Parece ser que ni la escasamente exitosa Operación Libertad Duradera en Afganistán, ni la menos ejemplarizante aventura bélica en Irak son tomadas en cuenta para evitar errores parecidos. Estados Unidos, arrastrado por Israel, ha entrado en una peligrosísima dinámica que podría acabar en una nueva guerra en Oriente Medio.

Uno de los elementos que se repite en una buena parte de los numerosos artículos publicados recientemente, es el de la aparente inevitabilidad del conflicto. Más tarde, o más temprano, todo apunta a que Israel tratará de destruir las instalaciones nucleares iraníes. Teherán respondería con un ataque al territorio israelí o a intereses estadounidenses, bien de manera directa y/o indirecta a través de los grupos fundamentalistas afines de Hezbolá en Líbano y Hamas en Gaza.

¿No hay más alternativa para detener las ambiciones nucleares de Irán que la acción violenta? Según Nicholas Burns, sí la hay. Este diplomático, que  ha contado con la confianza de presidentes de distintos colores políticos –algo desgraciadamente casi inimaginable en España– ejerce ahora como profesor en la prestigiosa universidad de Harvard. En un artículo publicado en The Boston Globe[1] enfatiza la necesidad de seguir apostando por restablecer el diálogo con los mandatarios iraníes, sin olvidar las sanciones económicas y la presión a través de la opinión pública internacional; pero sin dejarse llevar por la tentación fácil de la intervención militar inmediata. Parafraseando a John Quincy Adams, segundo presidente de la nación americana, Burns explica que Estados Unidos “no debería intervenir en guerras exteriores en busca de monstruos que aniquilar”.

De entre los múltiples análisis aparecidos,  uno de los enfoques en mi opinión más novedoso, pero que menos atención ha recibido, es el que aporta Annie Tracy Samuel, también desde Harvard[2]. Esta autora analiza lo sucedido en la guerra que enfrentó a Irán e Irak desde 1980 a 1988. Y a continuación expone las lecciones que se podrían extraer de lo ocurrido entonces para evitar que los tambores de guerra continúen sonando ahora y acaben por precipitar un nuevo conflicto.

El presunto fin de este tipo de ataque preventivo sería el de debilitar a la República Islámica, en particular, dificultando su capacidad para construir armas nucleares. Sin embargo, la historia de la invasión iraquí de Irán en septiembre de 1980 pone en duda tal afirmación. Según Tracy, un ataque contra Irán por parte de Israel muy probablemente haría que los iraníes, a pesar de sus diferencias internas, hicieran piña en torno a su gobierno. Y más grave aún: disiparía las dudas que todavía albergan algunos mandatarios en Teherán sobre la conveniencia o no de contar con la bomba atómica. Al igual que los iraníes de todos los colores se unieron en septiembre de 1980, ahora las diferencias podrían dejarse a un lado frente al odiado enemigo judío, y su guardaespaldas americano.

Así pues, el régimen iraní acabaría fortalecido, en lugar de debilitado. No sólo por la suma de nuevos adeptos, sino porque contaría también con la excusa perfecta para liquidar a aquellos enemigos internos que continuasen mostrando su oposición. Eso es precisamente lo que sucedió después de la invasión iraquí de 1980, cuando el ayatolá Jomeini y sus aliados utilizaron la guerra para reforzar su control sobre el Estado. Además, un ataque israelí vendría a justificar la propaganda que los líderes iraníes han estado difundiendo desde hace años para justificar su despotismo: “Occidente está decidido a destruir Irán”.

¿Será pues cierto aquello de que estamos condenados a la fatalidad de que la historia siempre se repite? Quisiera pensar que no. Quisiera pensar que tenía razón el político británico Andrew Bonar cuando decía que “no existe la guerra inevitable. Si llega, es por fallo del hombre”. En los últimos días, se han dado ciertos pasos hacia una solución diplomática, en parte gracias a la Unión Europea. Al mismo tiempo, Obama, presionado por el lobby judío ha declarado que no puede, o no quiere dejar de ser el sumiso guardaespaldas; o más literalmente que “Estados Unidos siempre le cubrirá las espaldas a Israel”. Parece dar igual si el apadrinado israelí tiene parte de razón, toda, o ninguna. Evidentemente, es necesario condenar por igual las bravuconerías iraníes cuando dicen que “hay que borrar a Israel del mapa”. De ahí, a caer en la tentación de la guerra preventiva va un trecho. Veremos si la estupidez humana lo permite, y americanos, israelíes e iraníes no acaban enfangados en una nueva guerra.


[1] http://articles.boston.com/2012-01-20/opinion/30642234_1_iranian-nuclear-weapon-nuclear-program-enrichment

[2] http://www.opendemocracy.net/annie-tracy-samuel/attacking-iran-lessons-from-iran-iraq-war